La bicicleta de Bartali
Gino Bartali fue un escalador excepcional con una vida deportiva longeva y brillante. De no ser por la segunda guerra mundial hubiera sido prácticamente inigualable.
Estuvo compitiendo desde el año 1935 al 1954, con 91 victorias en su haber; dos Tours de Francia y tres Giros de Italia.
Nació el 18 de julio de 1914 en Ponte a Ema, Florencia, y falleció el 5 de mayo del 2000.
Gino Bartali estaba considerado por la sociedad italiana de la época como el ciclista del régimen de Mussolini. El dictador fascista soñaba con ver a un italiano ganando el Tour de Francia. Todas las esperanzas estaban puestas en Bartali, quien en 1936 ya se había adjudicado el Giro y era una celebridad en todo el país.
En ell Tour del 1937 había comenzado a brillar en la montaña, pero en el descenso del Col de Laffrey se cae por un un puente, hecho que casi le cuesta la vida.
Sus equipiers, asustados por el accidente, se asomaron por el precipicio y le encontraron en el fondo del despeñadero.
A partir de entonces le llamaría por el sobrenombre de “monje volador”, debido a su devoción y profunda fe por la religión católica.
Ese año no pudo ser, pero al siguiente ganó el Tour, aventajando al segundo clasificado en más de veinte minutos.
De no ser por la segunda guerra mundial que coincidió con su cenit deportivo, quien sabe cuantas victorias hubiera logrado.
Su mayor rival en su larga a lo largo de su trayectoria deportiva fue Fausto Coppi, el “campeonissimo”.
Éste fue gregario suyo en el Giro del 1940, donde ganó la primera de sus cinco grandes vueltas a Italia.
Ambos corredores fueron compañero y amigos durante años, llegando a ejercer el papel de lider y gregario de forma alternativa.
Sin embargo había algo que para los ojos de la sociedad no podía pasar inadvertido.
Bartali era una persona de grandes convicciones morales y religiosas. Coppi por el contrario era liberal, agnóstico y bastante mujeriego.
La propia sociedad se encargó de alimentar las diferencias y de crear los iconos representativos de las dos mentalidades, las dos formas de ver el mundo.
Eran otros tiempos y otra forma mucho más radical de entender la fe y la vida.
La citada controversia quedó zanjada por un hecho memorable que ocurrió en el Tour del año 52, en la etapa que se subía el col del Galibier.
Ninguno de los dos corredores aceptó nunca los papeles que les habían asignado, pero allí estaban.
Por aquel entonces, la vieja Europa esta todavía curando sus heridas de guerra. Tanto las físicas como las morales y religiosas.
Ambos favoritos a ganar el Tour de aquel año, rivales y compañero de equipo. Por aquel entonces la Grand Boucle se corría por equipos nacionales.
En las rampas del Galibier, en pleno mes de julio, Bartali le pasa un bidón de agua a su rival, compañero, amigo y le dice: bebe…
No… tal vez fue al revés. ¿Quien le dio el bidón a quien?
Lo cierto es que ninguno de los dos aclaró nunca el enigma.
Coppi murió en el año 59 con tan sólo cuarenta años, pero Bartali murió el año 2000, llevándose el secreto a la tumba.
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La fotografía fue hecha por el fotógrafo Carlo Martíni, y fue publicada por la Gazzetta dello Sport, el periódico italiano que se encargaba de dirigir y patrocinar el Giro de Italia.
Ese año fue considerada la mejor foto deportiva, y fue publicada por todos los medios gráficos de la época.
Los años de la segunda guerra mundial
Sin embargo la bicicleta de Bartali tenía otro secreto que nunca fue revelado hasta pasados tres años tras su muerte, de forma casi fortuita.
Durante los años de la gran guerra, Bartali seguía entrenándose por las carreteras italianas sin que nadie supiera de cual era el secreto que escondía en su bicicleta.
Por aquel entonces era todo un personaje y un ídolo de la sociedad italiana de la época. Había ganado su primer Giro de Italia, y vestido con su maillot en el que se podía ver claramente su nombre, pasando totalmente inadvertido frente a las propias narices de los soldados.
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En aquellos años oscuros, se dedicaba a salvar las vidas de los judíos italianos que iban a ser enviados a los hornos crematorios de los campos de concentración.
Se trataba del correo perfecto, nadie sospechó nunca que el icono del régimen estuviera trabajando para “los otros”.
Realizaba largas sesiones de entrenamiento llevando en el cuadro de su bicicleta los documentos de los judios que permanecían escondidos en algunos de los monasterios italianos.
Dentro de los mismos se escondía una red oculta que se dedicaban a salvar la vida de los judíos que de otro modo hubieran sido pasto de las llamas.
La red organizada por Giogio Nissin se dedicaba a elaborar pasaportes y documentos falsos que permitieran la huida de aquellas pobres personas.
Nunca levantó la menor sospecha cuando viajaba por las diferentes rutas de la Toscana, llevando de un lugar para otro esos documentos tan importantes para salvar vidas en el interior del corazón de hierro de su bicicleta.
Durante 1943-44, el corredor toscano, el «beato Bartali» se dedicó a esa misión sin que nadie lo delatase.
Acabó la guerra y aquellos entrenamientos aún le valieron en su carrera deportiva, porque con 32 años pudo ganar el Giro del 1946, el primero en celebrarse tras la contienda mundial.
En el 1948, con 34 años, se apuntó el Tour de Francia en una demostración colosal en la montaña, ya que consiguió la nada despreciable cifra de siete etapas.
Finalmente, Bartali» se retiró a su tierra, Florencia, y durante cincuenta años no dijo nada de su trabajo de “correo”. Durante décadas quedó sobre él la etiqueta de haber sido el corredor de los fascistas, algo que nunca le importó. Murió en el año 2000. El mundo solo descubrió su magnitud en 2003, cuando los hijos de Giorgio Nissim encontraron un viejo diario de su padre en el que detallaba la forma en que funcionó la red clandestina dedicada a conseguir documentos que salvasen la vida de los judíos.
Allí, en aquellos papeles, se explicaba minuciosamente los viajes que hacía Bartali, los kilómetros que recorría, los papeles que escondía su bicicleta y, sobre todo, lo abnegado de su dedicación a la causa.
Los Nissin contaron lo que su padre escribió, y entonces empezó a cobrar sentido tanto entrenamiento en una época en que costaba ver a un ciclista recorrer una carretera italiana. Italia descubrió a uno de sus grandes héroes. Los Nissin también contaron el dato más importante que escondía el diario de su padre: 800 judíos evitaron el viaje a algún campo de concentración de los alemanes gracias a las piernas de Gino Bartali.
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Mi opinión personal; probablemente errónea.
Creo que en esta historia más o menos verídica, más o menos leyenda, podemos encontrar los grandes valores de los grandes hombres.
Todo un arquetipo de humildad, abnegación y valores personales.
Las grandes personas nunca han necesitado fama y reconocimiento para ser grandes.
A la sociedad no le suele gustar que personas normales hagan cosas excepcionales. Todos hemos nacido con las mismas facultades maravillosas.
Cuando esto sucede suele encontrarle defectos y debilidades que por cierto, todos tenemos.
Si dos personas son rivales, intentan que sean enemigos; si tienen creencias religiosas diferentes, suele acentuarlas hasta el punto de hacerlos irreconciliables.
¿Y todo para qué? Para hacernos diferentes.
Si aceptamos que todos somos diferentes, entonces es “normal” que personas que han nacido y vivido de la misma manera terminen obteniendo resultados totalmente diferentes.
Nos vemos en la cumbre. Buen Pedaleo.